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martes, 3 de diciembre de 2013

Historias Curiosas El Fuego

Historias Hechas De Realidad.


Combustión Espontanea.


El mundo del misterio es tan amplio, variado y sorprendente que de no ser por el frío documento que generalmente da fe de los hechos, es comprensible que en determinadas ocasiones los sucesos sean considerados argumentos más propios de una novela de ficción que de casos reales…

Este es uno de los casos mas sonados sobre este tema:

5 de diciembre de 1966. Coudersport, Pennsylvania. El doctor Irving Bentley era respetado por su vecindad. Hombre de pocas palabras, recto,  serio y conversación amena, gozaba del privilegio de contar con muchos y buenos amigos. Nadie hubiera deseado daño alguno para el viejo médico. Al menos nadie conocido…

La calle bullía de vida. El Sol derretía levemente los finos copos de nieve caídos durante la madrugada. Eran tiempos de bonanza económica, una circunstancia que agradecían los comerciantes de la pequeña localidad, que veían entusiasmados como sus establecimientos se llenaban de posibles compradores. No en vano la Navidad estaba cercana, y los adornos multicolores, abetos y regalos desaparecían de las tiendas a un ritmo inusual.

Don Gosnell aceleró el paso. El joven había ingresado meses atrás en la compañía de gas de la ciudad y deseaba causar una buena impresión a sus superiores. Además, si finalizaba la tarea con rapidez aún tendría tiempo para realizar alguna compra que otra.

“Maldita sea, como pesa la condenada”. La bolsa que permanecía asida a su hombro comenzaba a causarle demasiadas molestias. Dichas eventualidades se disiparon al torcer la esquina. Allí estaba la vieja y enorme casa de piedra, una construcción victoriana de finales del XIX, y a la postre su última visita del día: el hogar del doctor Bentley. Lentamente cogió el pomo de la puerta, empujándolo con fuerza. Un sonido seco recorrió el interior del inmueble, suficientemente fuerte como para que su cliente se diera por aludido. Nadie contestó. Gosnell comenzó a impacientarse. “No hay que dejarse llevar por los nervios”, pensó a la vez que el llamador de plomo golpeaba la superficie de madera. De nuevo no hubo respuesta. En un arrebato de ira, el muchacho desplazó la puerta hacia el interior, mostrando la oscuridad sombría que reinaba en el salón recibidor. “Por Dios, que peste”. Un olor nauseabundo escapó al exterior. El miedo se apoderó del muchacho. La fina capa de humo azulado que invadía el ambiente agudizó los sentidos de éste, temeroso de que se hubiera producido un escape.

Sin embargo el desagradable hedor nada tenía que ver con el gas. Tras recorrer las diferentes estancias de la casa llegó al dormitorio del doctor. “Señor Bentley, ¿está usted ahí?”. El silencio, entrecortado por el tañer de las campanas de la iglesia cercana, más parecía una advertencia de que no continuara indagando. En la habitación la neblina se espesaba más que en cualquier otro lugar. Con cautela anduvo despacio y penetró en el cuarto de baño. El suelo estaba abierto. Las tuberías habían quedado al descubierto tras ser atacadas por un agresivo incendio. Que extraño; el foco del mismo no se adivinaba por ningún lado. ¿Qué había provocado las llamas? La respuesta no tardó en llegar. En un rincón, casi imperceptible a los ojos del recién llegado, había un montón de cenizas, y junto a éstas, una pierna maltrecha del médico. Inexplicablemente sucumbió ante un fuego que únicamente se cebó con su cuerpo, dejando como fiel testimonio de la catástrofe el miembro chamuscado del anciano, una horrible visión que Gosnell jamás pudo olvidar…


martes, 22 de octubre de 2013

Historias Curiosas Rompecabezas

Historias Hechas De Realidad.


Rompecabezas Macabro.



La familia compró un rompecabezas que al ir completando muestra imágenes sangrientas en las que ellos mismos aparecen retratados…


Una familia de tres (el hijo era adolescente, los padres lo habían tenido a edad madura) adquirió un rompecabezas de madera en una tienda de antigüedades. 
Armar rompecabezas era su pasatiempo favorito; solían jactarse de haber completado, a veces en una noche, paisajes y demás figuras de más de mil piezas.

Eran los típicos rompecabezas comerciales, que en la caja exhiben la imagen que se alcanzará luego de acoplar pieza tras pieza.


En esta ocasión, notaron que el rompecabezas que comprarían parecía datar de hacía mucho tiempo, quizá un siglo, y que no había forma de saber a qué imagen llegarían. El dependiente, un anciano de modales afectados y aparente sabiduría, trató de disuadirlos de comprar aquello, no porque no quisiera venderlo, sino por lo que él había escuchado al respecto. Pero la familia estaba demasiado embelesada como para prestar atención a consejas de viejo; entreoyeron frases como “se termina en una noche”, “el resultado es más que una sorpresa”, etc., pero no les dieron importancia. Asintieron al enterarse de que, al parecer, su creador había sido un criminal ejecutado en Baviera por crímenes singularmente horribles. 

Llegaron a casa, el día declinaba, todo parecía propicio para comenzar. Apartaron la mesa de dentro de la sala, se remangaron y pusieron manos a la obra. Al principio hablaban entre sí, pero poco a poco se hundieron en el silencio. Les urgía saber en qué acabarían sus esfuerzos. Esperaban dar forma a un castillo, un paisaje campestre o, en todo caso, una famosa pintura. 

Se obsesionaron con terminar. Las piezas de madera, exquisitamente fabricadas y aparentemente infinitas, pasaban precipitadamente por sus manos y se iban incrustando en el lugar correspondiente. 

La familia tenía una mascota, un perro faldero, que ladró numerosas veces al escuchar ruidos; pero sus dueños, excesivamente concentrados en su tarea, ignoraron las advertencias del animal. 

Pese a que cada vez era más evidente lo que representaba el rompecabezas, alguna fuerza inexplicable les impedía suspender la actividad. Ya se habían reconocido, incluyendo al perro, y quizá la curiosidad los movía a completar la obra para saber si en la escena aparecía alguien más. 

No apareció nadie. Los cadáveres (brutalmente mutilados) de la familia y la mascota fueron hallados en la cocina, reproduciendo perfectamente el rompecabezas que terminó adornando el centro de la sala. La policía fue incapaz de deducir lo ocurrido y, desde luego, jamás encontró al responsable. 

El destino del rompecabezas es desconocido.